que decirlo.
Huela a ría inundada de sal de papelera.
Huele a alquitrán planchado.
Huele a mierda.
También, hay que decirlo, no hace ruido
y eso me escama todavía más.
(No hará falta que explique
los motivos... o sí: como una sierpe sigilosa
avanza condenando todo al fétido olor.)
Al sol se pone seco
ya no sabe reírse
no tiene orejas de macaco tierno.
(Creo que le quitaron la nariz cuando niño,
su madre, la perversa, en un juego sin normas).
Huele mal, y yo tengo
que decirlo
pues temo que si no
me salgan llagas
purulentas, conatos de sebáceos
quistes
insajables
y me quede sin tacto, malherido
con los ojos hinchados y el gusto en un amargo
sabor indisoluble.
Sin sed.
Sin sed ni olvido para la insidia
para las asechanzas del hombre.
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