martes, 31 de octubre de 2017

Desayuno con cisterna

Yo leía libros de filosofía
cuando dos señoras me ofrecieron gratuito
cualquier folleto del expositor rosado.
Eran panfletos católicos
y rehusé la invitación no sin antes
arrojar a la basura
mi vaso de café recién tomado.
Después les deseé buenos días
a las señoras y fui a buscar un váter
con intención de hacer la caca diaria.
Con los pantalones bajados
me toqué el culo, lo tenía frío
de la piedra en donde estuve sentado
mientras tomaba mi café,
y pulsé el botón de la cisterna.
El agua descendió como el martillo de Tor,
se llevó mi filosofía, el catolicismo, junto con mis heces,
tronaba todo junto y creció la cosecha,
un batiburrillo de fresas que acaso pasado
mañana recoja.
Pero hasta entonces miro el agua cómo vuelve,
el martillo de Tor
y Freya, esta fertilidad
no me pregunten de dónde vino esta mañana.
Me levanté demasiado temprano.
Acudí a citas médico quirúrgicas
para acompañar a una mujer que amaba.
Me sentía como en un crucifijo,
encrucijado por la frente y a traición
porque los dioses nos abandonaban.
Así. Solamente quedábamos nosotros.
La intención de querernos.

El agua de la cisterna que volvía.