Miran todos el unicornio sin color a través de la puerta de
cristal: yo doy la espalda y en la realidad me vuelco, tarro de arroz. La puerta
de cristal se cierra y vuelven, su dolor que me tiñe, en cada grano un
matiz que recojo. Luego se van, me dejan. Y yo siempre me quedo vacío en la estancia,
la pared llena de cuadros.
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