martes, 31 de diciembre de 2013

La colecta

Organizamos la colecta del banco.
Con el dinero, nos dio para comprar el banco y una pequeña caja.
El banco lo usábamos a discreción, cada quien a su gusto. Alguien, un día, lo llevó al parque. Enseguida supimos que era su sitio.
Pero el banco decide una mañana que se aburre. Se presenta en la consulta de la dentista, con intención de ser útil, y se queda allí. “El siguiente es un niño”, dice el auxiliar a la dentista, “no creo que le moleste”. Tras la endodoncia, el niño se queda dormido en el banco.
Al despertar, cuenta su sueño: papá le llevaba por un bosque muy oscuro y luego se montaban en una barca, en medio del lago papá se quitaba la careta y era un monstruo, que no era papá. El niño ha llorado cuando lo ha visto aparecer al fin.
¡Menudo el enfado del padre con la dentista! Que cómo permitía al banco aquel... Y la emprende a porrazos con el banco. Esto ha provocado una escisión en el grupo.
Se debate ahora si deberíamos amarrarlo al suelo, o amarrarle a papá las manos, o quitar el torno a la dentista. Hemos quedado para hablarlo, pero el ambiente contiene sensaciones herméticas y no parece probable que volvamos a organizar colectas.
Lo más gracioso es que nadie sabe ya qué demonios hacer con la pequeña caja.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Cuaderno bajo el brazo

Dije de profesión psicólogo,
de frustración, escritor
– aunque no me creía esto.
Pero la verdad, carecía de pruebas
que refutasen esa hipótesis
y estaba en un ambiente muy científico –,
así que dije de frustración escritor
y continué liberando moscas
ante aquel auditorio de personas en formación,
con ganas, que no habían claudicado
todavía.

Las moscas inevitables
revoloteaban en aquel mundo de ideas
y desovaron toda la mañana
frustrada psicología de soñador y aire:
consejos profesionales,
la teoría de las expectativas,
lo de cuidarse del ego, y su boca,
por la que hablan también
el súper y lo otro.
Me lo pasé muy bien, divertido.
Luego me dejaron solo.

Cuando sus ojos ya no me miraban
me fijé en la araña
que giraba envolviendo
con hilos casi invisibles
aquella habitación llena de tautologías de insecto.
No pude determinar si habrían
adquirido algo útil, conmigo, aquellas personas del futuro.
Probablemente el fukú de estar vivo
sólo puede zafarse en uno.
Araña: dedicado a ti, este poema,
con el cuaderno bajo el brazo.