Tengo el cuerpo lleno. Se desborda
como fulgor de sol en día frío,
caravana cubierta de iceberg.
Sonríe de la risa y del silencio,
de la mirada, del montón de carne
que desploma del sueño hacia la nada.
Emerge del subsuelo sonriente
y la lluvia pesada le resulta fugaz.
Camina cada paso, cada peso,
cada poso que pisa dios lo puso
para que lo pisaran sus zapatos sedientos.
Sus zapatos se ríen consigo.
Sobrecoge a las máquinas de café.
Puede incluso vivir árboles muertos.
Hoja por hoja, verde, flor, espuma,
qué fértil la alegría en sus brazos alantes
Qué raro mi poema feliz.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarY no me extraña que tu poema lo sea, pues de toda desliz licencia también lo es de tierra lombriz soterrada o escondida que habla de sí misma incluso en pluviosos días...
ResponderEliminarEs que a ambos, emisor y contrincante, sabemos el porqué de tan alegre constancia.
Extraño ──qué no extrovertido ni extroño── sí, tal vez; extravertido un poco, pero a mí también me gusta. Qué raro.
Saúdos :)´