Rieron, al principio, cuando vieron
a un pordiosero en el vagón contiguo.
Querían burlar su suerte con desmanes
con sorry, con excuse me, non parlare...
Mas llegó el individuo sudoroso
alegó perorata y documentos
y la chanza se puso avergonzada
el discurso calaba en los oyentes.
Yo no conozco oficio más indigno
que pedir en los trenes caridades
a cambio de las íntimas desgracias.
Ni he visto nunca burla más infame
que la que se entretiene en el mendigo
sin saber si hace bien o mal su oficio.
Qué sorpresas te pueden dar los pordioseros y otros etiquetados, y qué "zases en toda la boca". :)
ResponderEliminarGracias anónimo amigo o amiga por tu comentario.
EliminarDe todos modos, ¿no te parece que en este sentido hemos crecido? (Quiero decir: estas cosas pasaban más hace años -de hecho yo escribí esto hace ya bastantes años-, hoy somos más cautelosos, respetuosos. No nos sirve para eliminar la desigualdad, porque por desgracia seguimos padeciendo egoísmo -este sí onanista, ver Qué es esto, entrada de 7 de mayo-, horripilante enfermedad, quizás cada vez más. Pero nos sirve para saber que en cualquier momento nos puede caer en toda la boca un zas y quedaremos mudados como moscas muertas, panza arriba en la encimera de nuestra cocina.)
Bueno, no sé, gracias por tu aportación. Me anima.
un beso
Que no nos contagien esas necias risas los viajes...
ResponderEliminarUn beso caminante