viernes, 11 de noviembre de 2016

Milenio

Tengo el cuerpo lleno. Se desborda
como fulgor de sol en día frío,
caravana cubierta de iceberg.

Sonríe de la risa y del silencio,
de la mirada, del montón de carne
que desploma del sueño hacia la nada.

Emerge del subsuelo sonriente
y la lluvia pesada le resulta fugaz.

Camina cada paso, cada peso,
cada poso que pisa dios lo puso
para que lo pisaran sus zapatos sedientos.

Sus zapatos se ríen consigo.
Sobrecoge a las máquinas de café.
Puede incluso vivir árboles muertos.

Hoja por hoja, verde, flor, espuma,
qué fértil la alegría en sus brazos alantes

Qué raro mi poema feliz.