lunes, 28 de abril de 2014

Los dados

 Le vinieron a la cabeza súbitas
las palabras. Traían los alientos
y los escrúpulos. Traían la fe
y el dolor. Se despojó del hacha
para recibirlas, del cráneo
de mono con el que estaba jugando,
de la piel falsa que cubría su pecho.
Las cogió con las manos y notó
que estaban calientes y manchaban
cual tizón de fuego. Pasó la mano
por la cara del niño y se rió.
El niño rió con él. El azul
del cielo se hizo noche, el miedo
apareció en lo negro y dijo soy
yo quien ha de usar esos juguetes.
 Todos callaron.
            El miedo se inclinó
cuan largo era, arrojó su dado,
salió seis. La boca del miedo se
llenó de árboles. La boca del miedo se
pobló de ramas. El hombre trepó
            y arrojó su dado.

martes, 15 de abril de 2014

Alfombra

Él puede pasar horas así
sentado, así
que los días que trabajo preparo
siete bolsones de esos que me regalaste tú,
los cargo bien de paciencia fresca
y me siento a su lado.

Él puede pasar horas. A veces
se tuerce a un lado, siempre el derecho,
y levanta los ojos
muy abiertos a todo lo que viene por allí.
Suelen mirarlo, pero no dicen nada
ni hacen gestos,
yo creo que se preguntan si el viejo es una estatua.

Hay veces en cambio que grita
cosas extrañas, como
que a ver a dónde van esos pistoleros
y las mujeres que les siguen
por qué se quitan la ropa.
Entonces sé que se le está yendo la cabeza
y saco ración doble de la bolsa,
una parte para él,
otra para mí.

Le sienta bien la dosis
de paciencia fresca, se calla
enseguida.
Pero en ese momento languidece
de un modo que yo no he visto nunca
y me lo tengo que llevar a casa al hombro,
como si fuera una alfombra enrollada
vacía de cadáver.