martes, 28 de enero de 2014

Mmm!

Me quemo los dedos –justo reavivando la hoguera— y luego escribo sólo con el derecho índice. Entonces, mi mano izquierda se vuelve más diestra: funcionan todos, del meñique al gordo. Esta sensación la desconocían.

Modo de aliviar la quemadura: el aceite de hipérico, aplicado en emplastos sobre la herida, que se conoce desde muy antiguo. Las flores amarillas con manchas negras en los bordes te dejan la piel naranja, si las aplastas. Pero no se pueden hacer negocios con ellas, viven simples en el campo. Así que seguimos viviendo en permanente brasa.

Los dedos de mi mano izquierda se despiertan, cinco tipos que me vienen acompañando desde chiquitín. Los he utilizado para tantas cosas, no escribir; eso les resulta ignoto. Enseguida empiezo a comentar la experiencia. Ellos, con una potente carga de ingenuidad, las yemas abiertas como platos.

La humanidad tiene esta ventaja sobre las demás especies: siempre hay alguien que la reaviva –se refieren a la hoguera—. Las demás especies, quién sabe qué piensan –digo—, pero desde algún punto de vista es así. Lo malo –siguen— es que los bichos de la humanidad tienden a pensar sólo en contacto directo, con las brasas, y eso, claro... Está bien, las brasas; pero queman. Cinco tipos inteligentes que no se dejan engañar.

El engaño, antiguo como el hipérico, intenta provocar apariciones. Fantasmas, espectros. Pero los cinco tipos de la izquierda han visto a los heridos, de la derecha, recibir su lástima, y también su bálsamo. Eso ha tenido poco de simulación, comentan.

El más fino sostiene: menos mal, parece que los han salvado. Y el gordo asiente: sí, pero tiene que dolerles un montón... por qué habrán tocado las brasas... –Me lo ha traído quemarme, dos dedos derechos, reavivando la hoguera, este descubrimiento—.

Hablamos de la cura –¿será definitiva o con huella?—; y el de en medio, que debería ser el más equilibrado pero constato enseguida que no, dice: mi hermano de enfrente se recuperará pronto, seguro! Desde su largura inquieta, quiere esa voz, que se oiga más lejos. Bravo! Pero el anular izquierdo queda callado.

Anular derecho, se lamenta después, y palpita. –Su gemelo es el más afectado por las brasas—. Te veo dolorido... quiero correr a presionar el emplasto, a remozar tu herida y aliviarte... envidias entre nosotros, hubo, ¿y para qué?

–Pero los otros le reconvienen— Anular izquierdo, eres un dedo sensible. Si ese ha sido toda su vida igual y lo sabes: sortija, auxiliar en negocios, inflexible jugador en sombras... déjate de zarandajas, se curará y más vale que sea tarde, no necesitamos su elocuencia.

Siempre hay alguien que la reaviva. –Me quemo los dedos, justo—. Entonces les miro y les digo que paren. Cinco tipos inteligentes descubren habilidades a incorporar en nuestras costuras y resulta que se ponen a discutir. Esta sensación sí la conocía: ¿acaso por seguir teniendo fuego? Más vale que se cuiden.

Quiero seguir teniendo hipérico en el campo.

1 comentario:

  1. Genial, aunque debería decir geniá como esos 5 dedos...
    Cariños,

    Nená

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