domingo, 21 de diciembre de 2014

Demasiado salmódico

Julio Ortega rescata el descubrimiento de los tiempos futuros en la poesía de Vallejo y así comienzan los diálogos de los que daba aviso en la entrada anterior. Luego, mientras paseamos bajo los árboles de París, una cámara viene filmando nuestros versos y corazones muy sesudos rescatan la noción de inconsciente óptico, que aplicada a los poemas de Vallejo permite eludir el órgano para llegar al espíritu. Ignoro cómo o por qué los críticos e investigadores literarios -licéncienme el masculino- montan arpilleras tan ricas sobre poesía tan solícita a mi exaltación. Arpilleras en las que me regocijo intelectualmente; ante las que la experiencia del poema, al menos la mía, huye con descaro. El remate lo ponen las lecturas, acometidas demasiado salmódicas, lejos del verdor original de la obra. Pese a todo, me marcho lleno de pequeñas palabras y sones que me desgajan, como si mi mandarina se dispusiera por separación a comprender el todo de esta nada... 

      Demasiado salmódico

      La noción inconsciente óptico
      provocó que moviera el brazo
      mentalmente y tratase
      de atusar mi flequillo al tiempo
      que sentí mi musculatura extenderse
      a través del aire, rompiéndolo
      dolorosamente igual que una proa
      de rompehielos rompe el mar,
      que la alegría rompe mi cerebro
      también cuando no me río,
      que los rostros de hembra que me cruzan
      me rompen dolorosamente allá
      donde no puedo encontrarme
      con nadie ni conmigo.
       
      Quizás por eso, tal vez no
      - nunca sabré, porque ese yo
      ya no yo ya no existe -, 
      la noción inconsciente óptico no fue
      suficientemente dolorosa
      en ese yo, como sí los poemas de Vallejo,
      su lenguaje de plástico,
      su prosodia escondida,
      su escisión de naranja
      y sus cornetas al amanecer o sus gallos esternón.
       
      No sé qué de la poesía de Vallejo, la verdadera
      poesía, la de nadie más.
      Por qué tuvo Vallejo
      que rompernos el alma
      y las molleras, sus palos de tísico
      iracundo en nuestras femorales.
      ¡Por qué decirnos, que todos somos masa!
        Dúbitamente ante su Benjamin retorcido me postro.

domingo, 7 de diciembre de 2014

César Vallejo

Seminario 'César Vallejo: la poesía como vivencia de nuestro tiempo'.
Participantes:
-Miguel Casado, poeta y traductor.
-Julio Ortega, crítico literario y profesor en la Universidad de Brown.
-Marta Ortiz Canseco, crítica.
Diálogo y lectura de poemas 'César Vallejo: la poesía como vivencia de nuestro tiempo'.
Participantes en el diálogo:
-José Ignacio Padilla, crítico.
-William Rowe, director del Centro de Investigaciones de Poética Contemporánea en Birbeck College, Universidad de Londres.
Lectura de poemas de Vallejo a cargo de Rosa Benéitez, Valeria Canelas, Marcos Canteli, Miguel Casado, Pablo López Carballo, William Rowe y Juan Soros.
Fechas: miércoles 10 y jueves 11 de diciembre de 2014.
Hora: 19.30.
Lugar: Casa de América (Madrid), sala Machado de Assis.
Entrada libre hasta completar aforo.

viernes, 18 de julio de 2014

Igual que gente apasionada

Igual que gente apasionada
de la fotografía, de los números, de los cuadros,
yo soy un apasionado de las mujeres.
Si las paredes de mi moral angosta
me dejasen, las coleccionaría,
pero no en vitrinas como las Hortensias
de Felisberto sino en su sitio,
donde ya están caminado libres
por las calles y las alfombras
de los prados y mis recuerdos.

Igual que gente apasionada
de la fotografía, de los números, de los cuadros,
ellas son unas apasionadas y lo enseñan
con la nariz, sus pechos lo cantan,
su pubis –si me dejasen
pero no en vitrinas– lo esconden;
lo cierto es que yo nunca he preguntado:
tanta elaboración en mi cabeza
me prohíbe mirar, lo escondido,
por eso giro para decir sus labios.

Igual que gente apasionada
de las fotografías, de los números, de los cuadros,
para que no pasase como con las Hortensias,
yo les propondría un acuerdo formal
que solamente limite el trato
si es carnal a cinco noches
y buenos días interminables,
porque los buenos días al cabo son sólo letras
y facilitan una distancia óptima
de las pasiones y de las vitrinas.

Igual que gente apasionada,
disfrutar la colección de versos.

viernes, 27 de junio de 2014

El pulpo

                                                                        Para Fernando

Me avergüenzan a menudo los poemas que escribo,
una tan íntima declaración de yo que me sé desnudo
y mis manos desconocen cómo hacer para tapar-
me la barriga, el gua ombligo, el pubis cubierto de algas.

En ocasiones así se altera la forma vertiginosa
de sentir que tengo, mar dentro de mi mar, oleaje inquieto.
Entonces, mi respiración se vuelve indomable
fiera y tengo ganas de terminar la cabalgadura
en los lunares de cualquier chaqueta que se acerque.

No obstante ese desboque, doy fe de la veracidad
de cuantos poemas escribo: no es ningún otro mar
sino yo quien se deja ver en los ojos del pez
que te está mirando ahora, en esta pecera transparente.

Si metes la mano, no respondo por mis pulpos.



[Perdón por no contestar los comentarios, ando en esferas brillantes que me tienen absorbido. Prometo hacerlo en breve. Abrazos fuertes, fuerza. Y gracias...

Acción Poética -busquen, es insistencia por mi parte, disculpen pero busquen- es un movimiento que pinta las paredes con versos. con frases, con impactos a nuestro corazón. Nuestro país se ha vuelto enemigo de iniciativas como esta. Las institucionaliza para poner a cero su poder. A mí me parecen imprescindibles en las calles, entre la gente.]

jueves, 22 de mayo de 2014

Sueño de una noche de verano

En mi sueño parezco
nostálgico No sé
por qué lo sé
si no me veo Me pesa
la memoria del sueño
como balsa en el mar
Me pesa sin pesar

En el sueño camino
por el lugar desértico
quien me acompaña
nadie apocalíptico
Luego salto la valla
hacia el solar contiguo
y mis ojos soperos
como platos
Polen plantado
en mi memoria
esta imagen del sueño
antiguo en que aparezco

En el sueño la imagen
es de hielo y de frío
de menos treinta o treinta y
cinco grados:
pingüinos allá dentro
focas conmigo
pero hoy compensa el sol
final de este verano
atroz de pesadilla
poco onírico
Como foca me siento
en la memoria y olvido

¿De qué hablo? ¿Es de este dos
mil diez o de otro
año? ¿En qué camino? El sueño
¿anticipa o retrasa? Sólo sé
que salto hacia el frío
Que floto en la laguna
helada de mi sueño
Que marcho
reptando el hielo
rasurando despacio
mi barriga gomosa
Que aparezco nostálgico

Pero no sé por qué
lo sé si no me veo
Será que me imagino
soñándome en un sueño
que temo haber perdido
y ando soñando
con recuperarlo
                     Salto
en mi sueño: el solar contiguo
y recuerdo dónde camino
Era una calle con la piel sedosa.
Era un verso de amar, de ser tenaz.
No era de olvido.

lunes, 28 de abril de 2014

Los dados

 Le vinieron a la cabeza súbitas
las palabras. Traían los alientos
y los escrúpulos. Traían la fe
y el dolor. Se despojó del hacha
para recibirlas, del cráneo
de mono con el que estaba jugando,
de la piel falsa que cubría su pecho.
Las cogió con las manos y notó
que estaban calientes y manchaban
cual tizón de fuego. Pasó la mano
por la cara del niño y se rió.
El niño rió con él. El azul
del cielo se hizo noche, el miedo
apareció en lo negro y dijo soy
yo quien ha de usar esos juguetes.
 Todos callaron.
            El miedo se inclinó
cuan largo era, arrojó su dado,
salió seis. La boca del miedo se
llenó de árboles. La boca del miedo se
pobló de ramas. El hombre trepó
            y arrojó su dado.

martes, 15 de abril de 2014

Alfombra

Él puede pasar horas así
sentado, así
que los días que trabajo preparo
siete bolsones de esos que me regalaste tú,
los cargo bien de paciencia fresca
y me siento a su lado.

Él puede pasar horas. A veces
se tuerce a un lado, siempre el derecho,
y levanta los ojos
muy abiertos a todo lo que viene por allí.
Suelen mirarlo, pero no dicen nada
ni hacen gestos,
yo creo que se preguntan si el viejo es una estatua.

Hay veces en cambio que grita
cosas extrañas, como
que a ver a dónde van esos pistoleros
y las mujeres que les siguen
por qué se quitan la ropa.
Entonces sé que se le está yendo la cabeza
y saco ración doble de la bolsa,
una parte para él,
otra para mí.

Le sienta bien la dosis
de paciencia fresca, se calla
enseguida.
Pero en ese momento languidece
de un modo que yo no he visto nunca
y me lo tengo que llevar a casa al hombro,
como si fuera una alfombra enrollada
vacía de cadáver.

martes, 25 de marzo de 2014

Banquero

 Cabeza en permanente ebullición
llevaba cuando vino a verme el tipo.
Los bolsillos llevaba desarmados
y las alas quebradas de viento.
Preguntó por su caso, quería
conocer al detalle los puntos
y procesos del caso.
Lo dijo así, el caso, cual si no fuera el suyo.
Tuve que contestarle que se esperara un poco,
tantos los expedientes sobre la mesa estaban
que le expliqué:
mire, no puede hacerse más.
Él me miró con esa risa estúpida
que tienen los bocazas cuando van en la noria, ya me sabe
la larga experiencia en ferias y mercados.
No digo nada, del tipo, ya me sabe,
es sólo esta tendencia mía a clasificar.

Y entonces sucedió que me lanzó una coz
resuelta, el tipo, como si yo tuviera la culpa, no sé de qué
después de tantos años de servicio.
Aquí tengo la huella todavía, puede verla.
Igual que usted y yo
estamos aquí hablando ahora,
él me lanzó su coz, resuelta, con veneno
y yo caí sobre la mesa alborotándolo todo.
Vinieron vigilantes, ya sabe, se lo llevaron.
Él iba callado, se le veía más grande, como más tranquilo;
yo me pregunto aún cuál fue mi error.
Quisiera recibir unas lecciones
de gestión del desahucio y situaciones críticas;
si no, tendré que abandonar mi puesto.
Espero que comprenda, señor, esta solicitud.
Al fin y al cabo, el inmueble
no va a pasar a ser propiedad mía.

 ¿No soy su intermediario más valioso?

jueves, 6 de marzo de 2014

Felisberto Hernández

Obligado o traicionado por mí mismo a decir cómo hago mis cuentos, recurriré a explicaciones exteriores a ellos. No son completamente naturales, en el sentido de no intervenir la conciencia. Eso me sería antipático. No son dominados por una teoría de la conciencia. Esto me sería extremadamente antipático. Preferiría decir que esa intervención es misteriosa. Mis cuentos no tienen estructuras lógicas. A pesar de la vigilancia constante y rigurosa de la conciencia, ésta también me es desconocida. En un momento dado pienso que en un rincón de mí nacerá una planta. La empiezo a acechar creyendo que en ese rincón se ha producido algo raro, pero que podría tener porvenir artístico. Sería feliz si esta idea no fracasara del todo. Sin embargo, debo esperar un tiempo ignorado: no sé cómo hacer germinar la planta, no cómo favorecer, ni cuidar su crecimiento; sólo presiento o deseo que tenga hojas de poesía; o algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos. Debo cuidar que no ocupe mucho espacio, que no pretenda ser bella o intensa, sino que sea l aplanta que ella misma esté destinada a ser, y ayudarla a que lo sea. Al mismo tiempo ella crecerá de acuerdo a un contemplador al que no hará mucho caso si él quiere sugerirle demasiadas intenciones o grandezas.  Si es una planta dueña de sí misma tendrá una poesía natural, desconocida por ella misma. Ella debe ser como una persona que vivirá no sabe cuánto, con necesidades propias, con un orgullo discreto, un poco torpe y que parezca improvisado. Ella misma no conocerá sus leyes, aunque profundamente las tenga y la conciencia no las alcance. No sabrá el grado y la manera en que la conciencia intervendrá, pero en última instancia impondrá su voluntad. Y enseñará a la conciencia a ser desinteresada.

  Lo más seguro de todo es que yo no sé cómo hago mis cuentos, porque cada uno de ellos tiene su vida extraña y propia. Pero también sé que viven peleando con la conciencia para evitar los extranjeros que ella les recomienda.

[Felisberto Hernández fue narrador uruguayo. Narrador donde hay pocos, en ese territorio en el que no solemos poner la mirada: bajo las polleras, entre las dimensiones del tiempo, en el tacto que no se toca, sobre los muebles que no tienen polvo por dentro. Recomiendo su lectura. Así, sin más, háganme caso.

El texto que transcribo en esta entrada se denomina Explicación falsa de mis cuentos. Aparece en letra cursiva en el original. Es el texto que abre Las hortensias, publicación de fecha que ahorita mismo desconozco. Yo manejo una edición de sus obras completas, volumen 2, cuidada por María Luisa Puga y publicada por Siglo veintiuno editores en 1983. No es la edición preferible, en lo material: sus portadas blandas se arrugan y el papel se aprovecha en demasía, siendo difícil encontrar el comienzo de cada narración; en lo filológico, quiero suponer que se trata de una edición fidedigna. Por lo que he podido saber, las narraciones de Felisberto Hernández, tal cual plantas salían de su cuerpo, con "aparentes" imprecisiones lingüísticas, fueron respetadas en las ediciones posteriores a las primeras. No podía ser de otra forma, porque lo aparente y lo esencial, en lo que este narrador nos contaba, están un poquitín confundidos. Así que a qué tocar la forma.

Es maravilloso.]


miércoles, 19 de febrero de 2014

No te vayas

 Te contemplo –sin duda,
puedes creerlo, date o no por aludida,
yo te contemplo—. No pienses en si lo hago
por tu belleza; te pongas como te pongas
yo te la veo.
                Tú me ves así, asido
a mi mirada –que es un asa de plomo
blanco de piedra un régimen—, y piensas
que estoy loco
o que estoy solo, pero no es así, no. Tú me acompañas
y yo soy tan feliz habitándote el gesto
o el ombligo. 
                 Preparo
en ellos mis menús para el pánico;
los adorno con pajarillos de menta
y mientras –pío pío— me voy muriendo
pero sólo por esto: que estoy tan vivo
que no me queda otra que irme muriendo.

 Mientras me queden ojos, tú no te vayas.
 Cuando yo ya no esté, puedes besarme.

sábado, 1 de febrero de 2014

Concursante

En el programa número cuarenta, el concursante coge confianza
y alza un bostezo ante la cámara, que tiene que estirarse en toda su
                            extensión,
para poder captarlo.

El público en el plató,
distraído en la avalancha de melatonina,
profundiza hasta tocarle la pineal al concursante,
y nota en su obispillo una transformación cromática que más adelante
por desgracia desperdiciará.

Pero antes, ave, el espíritu despliega alas.
Lástima que se vea constreñido por el pequeño tamaño
de la glándula y tenga que recogerlas
para guarecerse del pánico
a la caída.
Se refugia en sus domicilios con temores y sensaciones de pequeñez.

Todos estos movimientos, capturados por el operador,
que mueve la cámara vertiginosamente y la estira y la encoge
con los cambios de dimensión que sufre el plató,
son vistos por los espectadores, en casa.
No notamos extrañeza.

Acostumbrados a la ficción en nuestra vigilia enjaulada,
cuando el programa termina, el concursante
ha desaparecido, llevándose con él hasta el día siguiente nuestra realidad.

martes, 28 de enero de 2014

Mmm!

Me quemo los dedos –justo reavivando la hoguera— y luego escribo sólo con el derecho índice. Entonces, mi mano izquierda se vuelve más diestra: funcionan todos, del meñique al gordo. Esta sensación la desconocían.

Modo de aliviar la quemadura: el aceite de hipérico, aplicado en emplastos sobre la herida, que se conoce desde muy antiguo. Las flores amarillas con manchas negras en los bordes te dejan la piel naranja, si las aplastas. Pero no se pueden hacer negocios con ellas, viven simples en el campo. Así que seguimos viviendo en permanente brasa.

Los dedos de mi mano izquierda se despiertan, cinco tipos que me vienen acompañando desde chiquitín. Los he utilizado para tantas cosas, no escribir; eso les resulta ignoto. Enseguida empiezo a comentar la experiencia. Ellos, con una potente carga de ingenuidad, las yemas abiertas como platos.

La humanidad tiene esta ventaja sobre las demás especies: siempre hay alguien que la reaviva –se refieren a la hoguera—. Las demás especies, quién sabe qué piensan –digo—, pero desde algún punto de vista es así. Lo malo –siguen— es que los bichos de la humanidad tienden a pensar sólo en contacto directo, con las brasas, y eso, claro... Está bien, las brasas; pero queman. Cinco tipos inteligentes que no se dejan engañar.

El engaño, antiguo como el hipérico, intenta provocar apariciones. Fantasmas, espectros. Pero los cinco tipos de la izquierda han visto a los heridos, de la derecha, recibir su lástima, y también su bálsamo. Eso ha tenido poco de simulación, comentan.

El más fino sostiene: menos mal, parece que los han salvado. Y el gordo asiente: sí, pero tiene que dolerles un montón... por qué habrán tocado las brasas... –Me lo ha traído quemarme, dos dedos derechos, reavivando la hoguera, este descubrimiento—.

Hablamos de la cura –¿será definitiva o con huella?—; y el de en medio, que debería ser el más equilibrado pero constato enseguida que no, dice: mi hermano de enfrente se recuperará pronto, seguro! Desde su largura inquieta, quiere esa voz, que se oiga más lejos. Bravo! Pero el anular izquierdo queda callado.

Anular derecho, se lamenta después, y palpita. –Su gemelo es el más afectado por las brasas—. Te veo dolorido... quiero correr a presionar el emplasto, a remozar tu herida y aliviarte... envidias entre nosotros, hubo, ¿y para qué?

–Pero los otros le reconvienen— Anular izquierdo, eres un dedo sensible. Si ese ha sido toda su vida igual y lo sabes: sortija, auxiliar en negocios, inflexible jugador en sombras... déjate de zarandajas, se curará y más vale que sea tarde, no necesitamos su elocuencia.

Siempre hay alguien que la reaviva. –Me quemo los dedos, justo—. Entonces les miro y les digo que paren. Cinco tipos inteligentes descubren habilidades a incorporar en nuestras costuras y resulta que se ponen a discutir. Esta sensación sí la conocía: ¿acaso por seguir teniendo fuego? Más vale que se cuiden.

Quiero seguir teniendo hipérico en el campo.

miércoles, 22 de enero de 2014

Colilla

Acaso una colilla mal prendida
provocó el humo ayer
en la estación de metro de la plaza central.
Vinieron treinta y seis policías.
Uno solo consiguió sofocarlo.
Pero era muy humano, aquel humo, y rato después
consiguió renacer.

viernes, 17 de enero de 2014

Que eran invisibles

Estuve solo toda la noche.
Solo me emborraché.
Sólo hacía frío en la noche.
Pero llegó un momento determinado
aunque a mí no me lo pareciera
en que ya no lo sentía, al frío
y me pareció que era divertido que mis manos
les estuvieran diciendo a las tuyas
- que eran invisibles -
que eran invisibles.

¿Por qué sois invisibles?, les decían,
y las tuyas contestaban que no querían hacer daño
y el momento se terminó
y entonces ellas desaparecieron
y yo estuve solo.
Toda la noche solo.
Me emborraché. Sólo
hacía frío en la noche
y tus manos eran invisibles.
Pero a mí ya no me importaba tanto.

jueves, 9 de enero de 2014

Náufrago de bajura

1. existen los gordos graciosos
y otros gordos más entristecidos
niños que navegan y otros que
de tan jugados se tumban
señores calvos y otros señores
con melena niños
que ordenan niños ordenados

2. hay quienes persiguen teorías
y dicen que tienen que ser
unos estúpidos, o los unos o los otros
unos estúpidos
pero también hay otros
que existen en navíos flacos
de luto en línea de costa, donde bajamar

3. donde los gordos los señores los niños
huellan la piel como
barrenillos de corteza,
los seres son todos extraños
y falto el lenguaje incapaz
pero 4. existen también las marcas
que va dibujando el tiempo

y 5. si la balsa se mantiene en oleaje
el orden que ignoran los pájaros
los nidos en ramas torcidas
navegas te las ves sólo
cuando navegas
(6. como poso a ratos por el cielo
cuando te hundes ala)

De donde, 7. así el siguiente naufragio
lo sabes tu pecio lo paga sigues