que de repente de mis ojos amarillos saca
aristas de porosa piedra
y esponjares de nieve para latir el aire.
El aire lento seca
las calurosas cavidades en donde vuelo
pegado a paredes que mi vida esquemática
reclama para sí.
Es doloroso al corazón
el blanco,
encogido en una baldosa de áspagos
(nenúfares verdes que habitan los líquenes de la memoria)
como escandalosas renuncias en las sienes.
A veces pienso que
de los versos que no he escrito
no se ha perdido nada, sólo máculas
polvorientas que el aire deshará.
Pero la huella vuelve. Cada vez
que subo en la burbuja,
no sé cómo,
y recorro distancias leves a velocidad lenta
impulsado por un motor de ruido
o de rumor, no sé,
con mis pinceles graves por caminos de nieve
con mis pinceles graves estaciones de luz.
Y sé qué del amor.
Sé del silencio.
Sé quizá de la nieve.
Sé del blanco que dice más que todos los colores reunidos para decir así algo. Sé de ese blanco, que se materializa en un espacio más allá del vacío para mirarnos y contarnos tantas cosas. El blanco deslumbra aunque de su luz broten
ResponderEliminartintineantes gotitas dolorosas o frías o amables en el centro mismo del pecho.
Lo leí con el amable tintineo ;)